La Casa de los Cuervos
Fue un placer reencontrarme con Kevin, Habían pasado ya muchos años desde que dejara mi pueblo natal, además de por supuesto con Mary y Jordan.
La velada, a pesar de alargarse, la recuerdo como si fuera un espacio corto de tiempo.
Ahora estaba en mi antigua habitación, sombría, un lustro llevaba cerrada desde el fallecimiento de mi madre.
Recordaba a duras penas el reencuentro con mis amigos, sin embargo, por momentos me invadían unos escalofríos que tomaban realidad.
Sentía la humedad, el olor rancio como el cartón seco después de absorber el agua durante una década y un temblor interno que no podía controlar…que no podía descifrar. Veía imágenes de la casa, la cual nunca estuve, aun así, la podía ver con absoluta claridad.La iluminación era tenue, aunque no dificultaba ni el menor detalle, las paredes forradas de roble, ya completamente oscurecido con los años, con una cenefa tallada a mano. Las ventanas con ocho cristales por hoja, también en madera, probablemente castaño ya que estaban lacadas en blanco…al menos debió serlo, ahora con tonos amarillentos y verduzcos entremezclados.
Abrí los ojos y tardé unos segundos a poder distinguir, casi todo estaba igual a lo que recordaba. El poster de Elway permanecía erguido como si un águila imperial se tratase, observándote desde su orgullo natural, aunque eso sí, su camiseta más decolorada por el sol casi de un color ocre amarillento. Los cajones prácticamente vacíos, con algún objeto de los que utilizaba para mis estudios, un par de cromos de Montana y Jerry Rice con sus estadísticas de la temporada, curioso, ni siquiera recuerdo quien me las regaló, ni por que las sigo guardando.
Caminaba por el pasillo, las sombras se movían de una forma antinatural, como si el sol iluminara el bosque a cámara rápida, sin embargo, no había plantas ni un resquicio por donde entrara luz, estaba solo, pero con la sensación de que Mary y Kevin me acompañaban. No quería seguir pero ¿Que puedo hacer? . Nadie te obliga, pero hay algo que te conduce a ello. Una vez has iniciado, todo se vuelve gris, no te apetece entrar, pero sabes que cuando estás dentro no hay marcha atrás, como cuando estás dentro de un túnel de lavado, ¡la claustrofobia no es una opción!
Justo después de tocar el timbre Jordan abrió la puerta, ¡Dios!, ni lo esperaba, ¿había estado toda la noche esperando detrás de la puerta? Caminamos hacía el bar de J.T. con paso alegre comentando las anécdotas de cuando éramos críos, es lo que se hace cuando llevas años sin verte, ¿no? En la terraza, Kevin gesticulaba exageradamente con su forma característica de explicar las cosas mientras Mary lo observaba con sonrisa burlona.
Después de unas horas de cervezas, algo de picar, un par de paquetes de Winston y cuando nos disponíamos a marchar, surgió la conversación, aunque en realidad debería decir que volvió a surgir, a pesar de yo no recordar haberla tenido el día anterior. Todo giraba alrededor de la casa, esa maldita casa, no lo recuerdo, Mary se derrumbó y comenzó a llorar, Kevin repetía una y otra vez que no fue mi culpa… ¿por qué? ¿el qué?
Desperté completamente aturdido e intentaba reaccionar. Tranquilo, tómate el té me repetía Jordan Mary estaba dormida recostada en el sofá con el rímel corrido por las lagrimas vertidas. ¡Tenemos que volver! ¡grité! Kevin me observaba incrédulo.
El recinto en completa penumbra a parte de unos destellos antinaturales, sin lámparas ni ventanas o puertas, un lugar estanco iluminado a ráfagas por luces del averno, pero de un color verdoso como si estuviera en una central nuclear. ¡Maik! ¡Maik!, mi mano se extendía mientras esperaba una respuesta, el llanto, aquel llanto. Conseguí alcanzar el anorak y Maik giro si cara hacía mí, su rostro estaba lleno de pavor, los ojos llorosos, su boca abierta queriendo gritar.
Me levanté de un brinco, estaba sudando.
Eran las nueve cuando llegaba a casa kevin, la calle oscura y con la humedad típica de esta zona del país. Se oían los graznidos de las gaviotas a pesar de que el puerto quedaba a casi un kilómetro de distancia, me penetraban directamente a la cabeza, me helaba la sangre y me dolían las venas como si me hubieran inyectado líquido anticongelante. La cena puesta en la mesa y los comensales esperando a mi llegada como si fuera la última cena.
A pesar que me quería concentrar, mi cabeza daba vueltas, intentaba recordar, pero me era imposible. La sensación de tener esa melodía en la mente, apunto de recordar el nombre o parte de la letra, pero al otro lado de la habitación alguien no para de tocar la batería, no te puedes concentrar y tu momento se desvanece.
Mary charlaba animadamente, sonreía, contagiaba alegría y el vino también ayudaba. Miré fijamente a Jordan. Mis amigos quedaron en silencio, un segundo, casi una eternidad. Kevin dijo: ¡se lo tenemos que contar! Mary negaba con la cabeza, ¡no es necesario volverle a hacer pasar por eso otra vez! Pero en el fondo era lo mejor que podían hacer, estaba a punto de volverme loco.
-Era un invierno más frío de lo normal, comenzó a relatar Jordan…-
Cada vez que pasábamos delante de la casa sentía escalofríos, la casa de los cuervos la llamaban –siempre se oyen, pero nunca se ven-, un día, cuando Maik ya había cumplido los 10 años…
¡Maik! ¡espeté!
El cielo empezó a cerrarse delante de mí, las nubes me rodeaban mientras unos rayos lejanos parecían acercarse a toda velocidad, todo se hacía oscuro de repente, aunque yo sabía que aun estábamos a mediodía, no, no era real, un recuerdo que me atormentaba. Jordan, Mary y Kevin charlaban de forma distendida mientras yo jugaba a lanzarle el balón a Maik, íbamos de camino al bar de J.T., como cada tarde. Yo miraba a la casa de los cuervos con ojos temblorosos, sí, es cierto, me producía un terror inexplicable. Maik comenzó a reírse de mí, a llamarme cobarde, era tan irreverente, tan valiente, bueno tan valiente como puede ser un niño a su edad cuando aún no sientes ningún temor por la muerte. Enfurecido le lancé el balón dentro del jardín de la casa y le reté a que fuera a buscarlo si tan valiente era. ¡ni se lo pensó!
Kevin gritaba, con todas sus fuerzas supongo, yo no lo escuchaba, pero notaba su temor. Cuando quise darme cuenta estaba dentro del jardín, las puertas de hierro se habían cerrado a cal y canto mientras que las hiedras crecían y sellaban las puertas como si de cadenas se tratasen. Maik ya no estaba allí, una tenue luz iluminaba el umbral de la casa, oía su llanto, me adentré sin dudarlo, los muebles estaban impolutos como si una mano mágica les sacara brillo, a pesar de llevar abandonada décadas. Otra vez cruzando el pasillo, otra vez esas sombras.
El llanto es cada vez más cercano, siento la humedad, como una presencia de ultratumba, la sombra de Maik, como una sombra con vida, alargo mi brazo, siento el anorak, tiro hacia mi, todo se ocurece.
-…Hiciste todo lo que pudiste, fue un accidente, no te culpes. Las autoridades dijeron que la viga estaba en mal estado y Maik no debió haberse adentrado en la casa después de recoger el balón.-
Años después de abandonar la institución psiquiátrica no recordaba nada. Ni siquiera que Maik era mi hermano.
¡Tenemos que volver!, repetía una y otra vez.
La noche era ya cerrada cuando nos dispusimos a entrar, Jordan me abrazó y susurrándome al oído me dijo que él se encargaría de contar la historia, lo abracé bien fuerte, sabía que no nos volveríamos a ver.
La casa parecía haber rejuvenecido y estaba iluminada por una luz propia, como si estuviéramos dentro de una luciérnaga.
Al final del pasillo una estancia blanca, poco acorde con la propia casa, parecía invitarnos a entrar. Nuevamente en una dirección que no podía evitar. Entramos juntos, casi cogidos de la mano. todo era blanco y reluciente, como si de azulejos de cocina se tratara, no había luces ni lámparas, pero estaba bien iluminada. Parecía como si fuese el corazón de la propiedad.
Cuando me acercaba a la puerta de final, una sombra empezó a agrandarse, la propia sombra de la puerta cerrándose, no tenía tiempo de llegar y al mismo tiempo un miedo estremecedor recorrió mi cuerpo, me giré para pedir que corrieran a la puerta de entrada… demasiado tarde.
Un doble estruendo al cerrarse las puertas, quería salir de alguna manera, era imposible, ¡habían desaparecido! Estábamos en un bloque hermético, sin resquicios.
Después de varias horas…o quizá un par de días, mi rostro con la barba crecida denotaba la falta de descanso, extasiados de intentar encontrar alguna salida, alguna esperanza, nada tenía sentido.
¡Un momento! ¡si! ¡Jordan está al otro lado! ¡encontrará ayuda!
De repente caí en la cuenta, el tiempo aquí dentro no cuenta. No hay noche ni día, ni alimento ni agua, nada con lo que siquiera quitarnos la vida, estamos como la mosca atrapada en la telaraña esperando inmóvil a perder el último aliento. No tenemos alternativa.
Mary está tumbada, ha perdido el sentido y Kevin… Kevin a su lado, los ojos enrojecidos, una especie de mirada caníbal, de supervivencia inhumana. Siento espasmos en los músculos, cada vez más carente de fuerza. El terror me invade. Kevin ya ha empezado a comer…